El banquete
Con los fémures rotos bajo el peso
de sus noventa años, desconfiada y voraz,
mi suegra vigilaba, y el cobarde del suegro,
bajo su obesidad, en diez lenguas callaba.
Mi hijo, con un pozo oscuro y frío
en su cabeza, absorto se atracaba
mientras miraba la televisión.
Mi hermano se mataba engordando, y gritaba
sucias procacidades a los manteles blancos.
Mis padres parecían disecados,
mudos de tanto odiarse,
y con la soledad terminal en sus caras.
Un banquete moral, repugnante y fantástico.
Tú, con nuestra amistad salvada del naufragio,
sonriente me mirabas: sin embargo,
tantos años de monstruos han sido implacables.
Con los fémures rotos bajo el peso
de sus noventa años, desconfiada y voraz,
mi suegra vigilaba, y el cobarde del suegro,
bajo su obesidad, en diez lenguas callaba.
Mi hijo, con un pozo oscuro y frío
en su cabeza, absorto se atracaba
mientras miraba la televisión.
Mi hermano se mataba engordando, y gritaba
sucias procacidades a los manteles blancos.
Mis padres parecían disecados,
mudos de tanto odiarse,
y con la soledad terminal en sus caras.
Un banquete moral, repugnante y fantástico.
Tú, con nuestra amistad salvada del naufragio,
sonriente me mirabas: sin embargo,
tantos años de monstruos han sido implacables.