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Estaba allí, dormida, en las pequeñas cosas,
en el tacto amargo de la luz sobre los ojos,
en la respiración sobrecogida del día
en el minuto oscuro anterior a la tormenta.
Estaba allí, agazapada, como esperando
algo, no sé, quizá un descuido, agazapada
en el grano de sal de las noches y en la cal
debajo de las uñas tras arañar el tedio.
¿Estaba allí? ¿O acaso fui a su encuentro? No sé.
Era una voz (como el amor) espléndida e inútil.
"Abandona tu casa", me dijo. ("¿Era una voz?")
Vino a buscarme y era (como el amor) inmerecida.
de El Reino. Ed. Visor
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