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XXXVIII
Sujeto al pomo, antes de entrar
en la nueva calle, el peregrino:
se da la vuelta y endereza
un resto de aliento generador
para que entre el ábrego, enraíce
como piedra huérfana de camino
y olvide la memoria meretriz;
se da la vuelta, se reconoce,
absuelve el mirar de sombras yermas,
devora las espinas, rompe
sobre la mesa cada amanecer
extendido sobre flor de acanto;
se da la vuelta, saca su alma
establece el derribo de los muros,
y aventa las manos de cenizas
para liberar a los dioses privados
de todo golpe de remordimiento;
se da la vuelta, crea y nombra
en ese horizonte por engendrar
huellas de un mar siempre imposible
y el hueso de la niebla, donde acudan
ciervos blancos desde la tierra por descubrir.
© ANTONIO LINARES FAMILIAR
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