Tierra de Ahulema

Tierra de Ahulema

jueves, 25 de noviembre de 2010

DETERMINACIÓN

Ella salió aquella tarde del trabajo con más ánimo del acostumbrado: paso firme (le gustaba el eco de sus tacones sobre las aceras), hombros erguidos, pelo suelto y el brillo de la decisión más allá de su miopía.
Caminaba con premura. Tenía muy claro dónde ir y qué hacer. Se trataba de seguir las indicaciones de tanta bibliografía que había acumulado desde hacía mucho tiempo ya.


Mientras la tarde parecía hilvanarse tras el balcón, ella desplegaba sus esfuerzos en casa: movía muebles, descolgaba las cortinas del salón, las reemplazaba por otras de color púrpura, encendía una barrita de incienso, cambiaba de pared unas láminas, cambiaba de sitio un busto de Palas, acercaba el sillón de lectura al ventanal, a su lado una lámpara de pié que encendía y aplicó bálsamo de Galaad sobre las cicatrices dejadas por la pérdida de algunos amigos.

Cansada, pero satisfecha, encendió un cigarro mientras contemplaba la nueva disposición del salón, sólo quedaba el último aspecto.

Apagó el cigarro contra el cristal de un cenicero. Abrió la ventana, se sentó en el sillón, amoldándose al terciopelo de los cojines, se sirvió una copa de amontillado, esbozó una sonrisa y esperó.

Esperó al frío de diciembre.

Esperó la prolongación de esa noche que se extendería más allá de unos latidos que se pierden más allá de los pasillos.

Esperó la llegada de un Cuervo, desde la orilla plutónica de la noche, que le dijera: "Nunca más".


© ANTONIO LINARES FAMILIAR

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