III
Aquí el sol aviva el ascua
de cada mirada.
Aquí no hay marineros,
los mástiles de encina
alimentaron el ánimo
protector de inviernos
varados en el páramo.
No hay príncipes ni reyes,
pálidos huyeron
hacia las voces de un exilio,
encalado de muerte
nacida en otras tierras.
No hay rostros
perdidos entre las espinas
de un continuo atardecer
sujetos a cada hogar
en espera del hijo.
Queda
la sima de la memoria.
© ANTONIO LINARES FAMILIAR de El Perfil de la Torre
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