SOL –BABILONIA
Cacharrería
antropomorfa donde se vierten mares de gestos,
arrecife
de modas y edades: tiempo;
el
kilómetro cero acoge voces de dentro, de fuera y ecos tartamudos;manos y puños que giran alrededor de pancartas, uvas,
biblias
y rebajas; Carlos III, Tío Pepe y Pocoyo
saludan
a propios, extraños y a una taquillera que merienda
napolitanas
de crema entre un sorry y un excusez-moi;
escaparates,
toldos y adoquines conservan con celoa mamelucos, celebraciones tricolores, el no pasarán y un rencor gris
que
vomitaba terror desde las mazmorras de la seguridad;
parejas
que se reúnen y se despiden
rompen
sentimientos o alimentan engaños
como
el trilero de aquí al lado o las estatuas vivientes
que
mueren cada amanecer desnudas de sus colores;
Minnie
Mouse y la Mariblanca hacen ojitos al relojero mayor
y el
oso abandona su madroño para ir a bailar con una estanquera
cuando
los inviernos se toman vacaciones por fin de temporada;pescadores de lo ajeno, resucitados y muertos, un botones del Hotel París,
madres,
hijos y el señor cura se mueven bajo la estela
de
un lotero, un mariachi o el tacón en retirada de una puta.
La
plaza impone su propio Hammurabi donde
a cada
golpe de cámara se talla un nuevo friso.
Sol-Babilonia
decide que con sus campanadas
todo
instante sea un año nuevo.
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