Siempre
He cogido su mano.
Qué
extraña sensación
cuando la
aprieto.
Tengo su
mano fría entrelazada.
Sé que la
despedida está más cerca
pues el
tacto es más seco, más duro, más terrible.
Siempre
tendré su mano
muriendo
entre las mías.
He cogido
otra mano con los años.
Un dedo,
dos. Luego toda la mano.
Su frío
es otro frío,
su tacto
es otro, es nuevo.
Hay un
paso tan sólo hacia su boca.
Me quedo
con su tacto como con un perfume.
Este frío
es distinto. Es un calor oculto
aún
inmaduro. Verde.
Un calor
que boquea, que germina.
Es otoño
esta tarde.
Es la
primera tarde del otoño.
Cojo sus
manos blancas como plata
con los
dedos delgados como espigas.
Su mano
con mi mano
abre un
mundo sin sombras,
un
recorrido nuevo, un lugar apartado.
Se ha
acelerado el ritmo de mi pulso,
es el
tramo final, resolutivo.
Tienen
las manos siempre
la
humedad de la espera,
la misma
que los labios al juntarse
decididos,
abiertos, entregados.
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