CESARE PAVESE 1908-1950 |
LAVORARE STANCA
Traversare una strada per scappare di casa
lo fa solo un ragazzo, ma quest`uomo que gira
tutto il giorno le strade, non è piu un ragazzo
e non scappa di casa.
Ci sono d`estate
pomeriggi che fino le piazze son vuote, distese
sotto il sole che sta per calare, e quest`uomo, che giunge
per un viale d`inutili piante, si ferma.
Val la pena esser solo, per essere sempre piú solo?
Solamente girarle, le piazze e le strade
sono vuote. Bisogna fermare una donna
e parlarle e deciderla a vivere insieme.
Altrimenti, uno parla da solo. È per questo che a volte
c`è lo sbronzo notturno che attacca discorsi
e racconta i progetti di tutta la vita.
Non è certo attendendo nella piazza deserta
que s`incontra qualcuno, ma chi gira le strade
si sofferma ogni tanto. Se fossero in due,
anche andando per strada, la casa sarebbe
dove c`è quella donna e varrebe la pena.
Nella notte la piazza ritorna deserta
e quest`uomo, che passa, non vede le case
tra le inutili luci, non leva piú gli occhi:
sente solo il selciato, che han fatto altri uomini
dalle mani indurite, como sono le sue.
Non è giusto restare sulla piazza deserta.
Ci sara certamente quella donna per strada
que, pregatta, vorrebbe dar mano alla casa.
TRABAJAR CANSA
Atravesar una calle para escapar de casa
lo hace sólo un muchacho, pero este hombre que anda
todo el día las calles, ya no es un muchacho
y no huye de casa.
Hay en el verano
tardes en que las plazas se quedan vacías, tendidas
bajo el sol que ya empieza a ponerse, y este hombre que llega
por una avenida de inútiles plantas, se detiene.
¿Vale la pena estar sólo para quedarse siempre sólo?
Callejear únicamente, las plazas y las calles
están vacías. Es preciso detener a una mujer
y hablarle y decidirle a que viva con uno.
Si no, uno habla sólo. Por eso algunas veces
el borracho nocturno comienza a parlotear
y explica los proyectos de toda su vida.
No es cierto que esperando en la plaza desierta
te encuentres con alguno, pero el que anda las calles
a ratos se detiene. Pero si fueran dos,
aun andando las calles, la casa ya estaría
donde aquella mujer, y valdría la pena.
Por la noche la plaza vuelve a quedar desierta
y este hombre que la cruza no ve los edificios
tras las luces inútiles, pues ya no alza los ojos:
sólo ve el empedrado, que hicieron otros hombres
de endurecidas manos, como los están las suyas.
No es correcto quedarse en la plaza desierta.
Seguro que está en la calle aquella mujer
que, al pedírselo, quiera ayudar en la casa.
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