Releí este verano El viaje al fin de la noche, ese desgarro escrito por Louis Ferdinad Céline en 1932 y donde sacude toda la carcoma almacenada desde que ingresara voluntario en el ejército francés para combatir en la Primera Guerra Mundial. Céline, a través de su alter ego Ferdinand Bardamu, lleva al lector, desde la inconsciencia juvenil que le lleva a alistarse como voluntario y carne de cañón en las trincheras, estamos todo el tiempo viajando en el tiempo, sólo que la gran mayoría se deja embotar por su historia personal y cree que esto es lo único que existe, hasta la madurez de un médico hastiado y asqueado de los pacientes; en ese camino Bardamu / Cèline deserta, pasa por loco en un centro militar, lo mejor que puedes hacer, verdad, cuando estás en este mundo, es salir de él. Loco o no, con miedo o sin él, viaja a las colonias francesas en África (nido de pedófilos y funcionarios corruptos y corruptores, la moral de la Humanidad a mí me la trae floja, como a todo el mundo, por cierto), de allí hasta Detroit para finalizar en París para convertirse en médico.
Céline sacude en la actualidad, como lo hizo en 1932, con su visión ácida, asqueada, del mundo, con el desengaño de quien se siente vencido ante lo que le rodea y para ello recurre a un lenguaje coloquial, zafio, grosero y así ahondar más en las sensaciones que provoca en el lector al que aleja de suavidades, tibiezas o caricias superfluas e insulsas.
© ANTONIO LINARES FAMILIAR
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