TESTIGO DE UN TIEMPO
Adquirió la memoria de un gato negro
del Leviatán de la derrota que había
engullido a media nación, a los que no
cayeron por dioses y patrias.
Presenció la siembra de cruces solares
hielo de yunques, runas y cráneos,
anotó aquellos nombres propios, los que
desmontaron la razón nutricia
violando la estela de la dignidad.
Mudó la piel impuesta por la amnesia
ciclotímica y las dinastías
que la ceban con aliento de terral
para mecer hisopos y bronces
hasta abandonar el luto de la lágrima.
Ahora, desde los siglos, observa
los restos abanderados por larvas ignorantes
que, alegres, regalan conocimiento absoluto.
© ANTONIO LINARES FAMILIAR
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