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En mi barrio,
laberinto de quimeras de saldo,
apenas hay faldas cortas,
y las que hay se pasean
traicionando carnes descolgadas
que se agachan en portales;
apenas hay escotes,
y los que se muestran
son colgajos exhaustos
por hambres desdentadas,
apenas hay suaves peinados,
y los que se observan
están cubiertos de premuras y olvidos.
Por eso,
furtivo e inquieto,
huyo al centro de la ciudad,
con el sabor a expósito
que el ansia arrastra
de mi piel de suburbio.
Vigía de lo ajeno
asomo la curiosidad
tras largas piernas en negro,
aromas de turgencias
y cabellos de ámbar.
© ANTONIO LINARES FAMILIAR de Nortes
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