CANCIÓN PARA MI MUERTE
(Sui Generis)
Hubo un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad...
Predomina el azul aunque por mi postura intuyo el blanco irregular del techo y una luz, igual de blanca, que acaricia la mirada aún aturdida, no sólo mi mirada, todo yo sigue aturdido tras el vértigo de la ambulancia, con un salto en la memoria que se esconde, bajo el dolor, donde algo sucedió que me ha arrastrado a este lugar.
Un movimiento, el traslado de una camilla a la cama, manos desconocidas que recorren mi cuerpo, maniobran con el conocimiento de lo que hacen. Experiencia, práctica. Ahora silencio a través de la vena. Duermo.
... tomate del pasamanos, porque antes de llegar se aferraron mil ancianos pero se fueron igual...
Creo despertar. Noto las sombras a mi alrededor y percibo sus voces transcritas en murmullos que no logro entender.
Siento en mis brazos cómo crece la intensidad que nace de las agujas, tal vez una transfusión, algún antibiótico... Creo llegar a una habitación, ya no siento el movimiento, sí los murmullos que siguen a mi alrededor entre algunas siluetas sin formas.
... quisiera saber tu nombre, tu lugar, tu dirección y si te han puesto teléfono, también tu numeración, te suplico que me avises si me vienes a buscar...
La mascarilla impulsa oxígeno a mi aliento, o lo que queda de él, percibo el rumor de sus burbujas. Ahora el tono de la habitación parece más azulado. El goteo marca un ritmo que se funde con mi somnolencia, donde acuden fragmentos de lo sucedido: mis pasos, su eco sobre el asfalto, un golpe, un vacío lleno de gritos, el alquitrán que recibe mi cuerpo con su sabor amargo...
Creo dormir en un cuerpo medicamente indoloro, cableado, atendido al compás de sístoles y diástoles mecanizadas, creo dormir en un cuerpo mecido por murmullos en blanco de manos que buscan, algo que parece escaparse. Creo.
... no es porque te tenga miedo, sólo me quiero arreglar. Te encontraré una mañana, dentro de mi habitación y prepararás la cama, para dos.
(Sui Generis)
Hubo un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad...
Predomina el azul aunque por mi postura intuyo el blanco irregular del techo y una luz, igual de blanca, que acaricia la mirada aún aturdida, no sólo mi mirada, todo yo sigue aturdido tras el vértigo de la ambulancia, con un salto en la memoria que se esconde, bajo el dolor, donde algo sucedió que me ha arrastrado a este lugar.
Un movimiento, el traslado de una camilla a la cama, manos desconocidas que recorren mi cuerpo, maniobran con el conocimiento de lo que hacen. Experiencia, práctica. Ahora silencio a través de la vena. Duermo.
... tomate del pasamanos, porque antes de llegar se aferraron mil ancianos pero se fueron igual...
Creo despertar. Noto las sombras a mi alrededor y percibo sus voces transcritas en murmullos que no logro entender.
Siento en mis brazos cómo crece la intensidad que nace de las agujas, tal vez una transfusión, algún antibiótico... Creo llegar a una habitación, ya no siento el movimiento, sí los murmullos que siguen a mi alrededor entre algunas siluetas sin formas.
... quisiera saber tu nombre, tu lugar, tu dirección y si te han puesto teléfono, también tu numeración, te suplico que me avises si me vienes a buscar...
La mascarilla impulsa oxígeno a mi aliento, o lo que queda de él, percibo el rumor de sus burbujas. Ahora el tono de la habitación parece más azulado. El goteo marca un ritmo que se funde con mi somnolencia, donde acuden fragmentos de lo sucedido: mis pasos, su eco sobre el asfalto, un golpe, un vacío lleno de gritos, el alquitrán que recibe mi cuerpo con su sabor amargo...
Creo dormir en un cuerpo medicamente indoloro, cableado, atendido al compás de sístoles y diástoles mecanizadas, creo dormir en un cuerpo mecido por murmullos en blanco de manos que buscan, algo que parece escaparse. Creo.
... no es porque te tenga miedo, sólo me quiero arreglar. Te encontraré una mañana, dentro de mi habitación y prepararás la cama, para dos.
© ANTONIO LINARES FAMILIAR
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