En los arados hay un resplandor
de espadas rotas contra las estrellas.
Y la tierra, a veces dura como el metal,
tiene un día dormido entre los brazos.
La lluvia resbala por las sienes de los alisos,
canosa, familiar, gota a gota confiada.
Y mi pulso se extiende,
enterrado a la sombra del trébol de tu voz.
¿Ese inmenso gris de tu cielo es verdadero
o es el efecto de una distancia infinita?
En la medianoche,
cuando caen sobre nosotros doce silencios de bronce,
escucho la confesión del viento,
sus pasos de papel en la pavana de los muertos.
Y distingo el tintineo de las llaves de nuestras puerta,
por encima del oleaje de crines y espadañas,
que inunda de tres colores. verde, blanco, dorado,
los valles, las llanuras, las graveras,
y cierto jirón de bandera,
relámpago encendido entre la tormenta.
Roca abierta, viva,
semilla junto al roble desplomado,
donde todo vendaval, al detenerse en los acantilados,
vacía de oquedades el silencio.
Sin ti, nos cortamos con el filo de las cosas.
Contigo, la incertidumbre de la mar
se vuelve comprensible;
por tu nombre de mujer, que ilumina.
¿Ese inmenso gris de tu cielo es verdadero
o es el efecto de un distancia, entre paz y vida, aún infinita?
de La llama del brezo
de espadas rotas contra las estrellas.
Y la tierra, a veces dura como el metal,
tiene un día dormido entre los brazos.
La lluvia resbala por las sienes de los alisos,
canosa, familiar, gota a gota confiada.
Y mi pulso se extiende,
enterrado a la sombra del trébol de tu voz.
¿Ese inmenso gris de tu cielo es verdadero
o es el efecto de una distancia infinita?
En la medianoche,
cuando caen sobre nosotros doce silencios de bronce,
escucho la confesión del viento,
sus pasos de papel en la pavana de los muertos.
Y distingo el tintineo de las llaves de nuestras puerta,
por encima del oleaje de crines y espadañas,
que inunda de tres colores. verde, blanco, dorado,
los valles, las llanuras, las graveras,
y cierto jirón de bandera,
relámpago encendido entre la tormenta.
Roca abierta, viva,
semilla junto al roble desplomado,
donde todo vendaval, al detenerse en los acantilados,
vacía de oquedades el silencio.
Sin ti, nos cortamos con el filo de las cosas.
Contigo, la incertidumbre de la mar
se vuelve comprensible;
por tu nombre de mujer, que ilumina.
¿Ese inmenso gris de tu cielo es verdadero
o es el efecto de un distancia, entre paz y vida, aún infinita?
de La llama del brezo
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