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Nunca he vivido la distancia entre lo que queremos decir y lo
que decimos realmente,
la imposibilidad de captar la tensión, del lenguaje, de establecer
un sistema de actos y palabras,
un cuerpo de relaciones entre el poema escrito y su lectura.
Quizá un discurso eliotiano en ocasiones, pienso
que este poema pone realmente en peligro
uno de los niveles de mi poesía: es decir, que el discurso
muestra aquí a un tiempo las dos caras del espejo.
Lo cierro, y da la vuelta:
de noche, con luz, en la oscuridad dorada, en las calles o en la
muerte,
como el rumor del bosque y los árboles que en él caen talados
en silencio
- ¿dónde, sino en mi corazón?
de Fuego ciego
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