Bienvenido a la tierra de nadie,
donde el cuerpo se entrega
a la ceremonia de otro amanecer
sobre el altar del deshonor
o del valor por morir en uno mismo.
Bienvenido a la tierra de nadie,
un calvario
donde todos somos Judas
y escupimos en otros la muerte
con el silencio de una descarga
para un escarmiento estéril.
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