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Cansado, aloja su cuerpo contra una pared
de la noche distinta, aliento de Asterión,
origen de palabras desconocidas
y de sonidos que rasgan el suelo
hasta arañar,
violentos,
el oído que no duerme.
El visitante, inmóvil, no descansa, espera
atrapar la quietud de cualquier sombra
y hacerla suya.
La distancia de un extremo a otro de la noche
se bifurca en voces que buscan
el paladar del sueño que camina
bajo la sien del extraño:
mariposas de hielo retuercen cada gesto
en la bruma de sal.
Antonio Linares Familiar
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