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I
ALLÁ en el fondo
de mi biblioteca,
el sol de última hora, que confunde
mis colores en luz clara y divina,
acaricia mis libros, dulcemente.
II
¡Qué clara compañía
la suya; cómo agranda
la estancia, y la convierte, llena,
en valle, en cielo - ¡Andalucía! -,
en infancia, en amor!
III
Igual que un niño, como un perro,
anda de libro en libro,
haciendo lo que quiere...
Cuando, de pronto, yo lo miro,
se para, y me contempla largamente,
con música divina, con ladrido de amigo, con fresco balbuceo...
y IV
Luego se va apagando...
La luz divina y pura
es color otra vez, y solo, y mío.
Y lo que siento oscuro
es mi alma, igual que
si se hubiera quedado nuevamente
sin su valle y su cielo - ¡Andalucía! -,
sin su infancia y su amor.
de La realidad invisible
En que año se publicó el poema?
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