No sé si Mahler supondría nunca
que bajo el Lido, entre anémonas, también crecen cadáveres:
niños empalados en arcos de violines,
alimento de peces en palacios de recreo.
Sospecho, entre ola y ola,
que hay lágrimas de lis en sus blancos ojos,
comerciantes de Onán que en los pasillos
venden estigmas, pequeños falos o batutas a los viejos directores.
La música más bella se reconoce donde
una mujer desnuda llora ante un olvido,
la idea que violenta al pasear entre estatuas,
la soledad del hombre entre columnas.
de La profesión de Judas
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