Posted on 2nd Mayo 2010 by redondomartin in Poesía
la escalera de caracol, Linteo, muerte, Poesía, vejez, WB Yeats, William Blake
La escalera de caracol y otros poemas.
Linteo. Orense, 2010. 208 páginas. Traducción de Antonio Linares Familiar.
ISBN: 978–84-96067–50-9 . Formato: rústica, 14 x 22 cm. 15 euros.
Declaro que esta torre es mi símbolo, declaro
que esta monótona escalera de caracol es mi escalera ancestral;
que Goldsmith y Deán, que Berkeley y Burke han subido por ella.
William Butler Yeats (1865–1939) ha sido, junto con Seamus Heaney el poeta más importante de Irlanda. Su literatura fue un largo camino de búsqueda y de trabajo, un camino que culminó en su madurez con dos grandes obras maestras: La Torre y La escalera de caracol. El poeta, que había alcanzado la cumbre del reconocimiento literario con el Nobel de literatura y la cima del reconocimiento nacional como senador de la joven república irlandesa, aborda en su gran poesía de madurez una visión crepuscular y doliente sobre el paso del tiempo, y para ello utiliza todo tipo de aproximaciones y símbolos: el epitafio de Swift, la referencia a edades antiguas en especial al imperio de Bizancio y los símbolos celtas de la muerte como es el lago.
El signo crepuscular es inequívoco y abre el primer poema: “La luz de la tarde, Lissadell…”; no le interesa al poeta tanto la realidad de la muerte, sino su significado; no se aproxima a ella desde la perspectiva romántica, sino de la simbólica, y no aborda esta muerte como final sino como una ruina y una oportunidad de sabiduría. Entre la conciencia y la vanidad como motores del afán del hombre, entre la perfección de la vida y la del trabajo, se desemboca sin remisión en la vaciedad o en el remordimiento, en un ocaso personal.
La escalera de caracol gira entorno a poemas de muy distinta extensión y complejidad, algunos como Gratitud a los instructores desconocidos consta de sólo cuatro versos y una simplicidad propia de un Haiku, mientras que Bizancio o Vacilación son poemas de largo aliento.
Nos dice que para unos la vida es un frenesí, para otros un laberinto, para otros un sueño, y el placer del presente no es más que el sonido de unos guijarros en la orilla, bajo una ola fugaz. Este poeta maduro que parece renunciar al uso de una forma pasa a utilizar casi todas ellas, no quiere componer una sinfonía, sino una suite poderosa y leve, parodica y trascendente.
Culmina con esta obra el planteamiento de La Torre, estableciendo el valor de la poesía en el territorio de la imaginación y el espíritu, bien lejos del positivismo y del liberalismo del siglo que le vio nacer y mucho más próximo a uno de sus grandes inspiradores: el gran William Blake.
Había releído hace poco varios poemas de La torre en una antología de WB Yeats, si de aquel libro comenté en su día que era uno de los mejores jamás escritos este no le va a la zaga, ya que le iguala en su autenticidad, en su libertad creativa y en su abrumadora aportación de símbolos e imágenes. La traducción de Antonio Linares Familiar es excelente y transmite de forma bastante fiel la musicalidad que poseen estos poemas del Irlandés. Edición que no en vano nos regala también Tal vez palabras para música.
El lienzo de Yeats combina elementos míticos, como en el caso de Blake, pero domina un espacio más amplio en que se conectan ciertos apuntes locales, como el arroyo de Glendalough, el parque de Coole con imágenes universales como el destello del sol y la memoria de grandes poetas como Homero. He querido ilustrar este post con una imagen de Yeats ya anciano y donde parece estar algo cansado y con la chaqueta mal colocada, un poeta enorme, de la estirpe de Dante y de Blake, y que en este libro parece seguir esta máxima de Virgilio: “Fugit irreparabile tempus.”
Las impuras imágenes del día se retiran,
la ebria soldadesca del Emperador está dormida,
el eco de la noche retrocede, canción de prostitutas
después de la campanada de la catedral;
el brillo de una estrella o una bóveda iluminada por la luna desdeña
todo lo que es el hombre,
todas las sencillas complejidades,
la furia y el limo de las venas.
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