Tierra de Ahulema
miércoles, 31 de marzo de 2010
Por qué no me asomo a la ventana
Escribo en blanco este siglo,
lo dejo sobre otros labios
e invoco el silencio de las bestias
protegidas por los miedos
(tan vivos en mi ebriedad
como en mis noches).
Hago una pausa en la colecta de espinas
para que mi piel se agoste
(humus de los sueños
castrados por el insomnio),
contenida entre el vidrio de la mirada
y el malva de las bocas
mordidas por la inquietud.
Fuera, entre un fundido de voces,
los silencios se aparean con el rumor
que tinta de frío las avenidas
donde ya no hay sangre que recordar
ni esquinas por donde huir.
Nueva pausa ante el eco mudo.
Doce tragos de azufre,
mil doscientas salvas de honor
a mayor gloria de milicos,
hambrunas, psicoanálisis y clero,
banderas y días internacionales,
le ecuánime injusticia
y la sociedad de naciones
(e incluso del que esto suscribe).
Delendi sumus.
El reloj
decapita los huéspedes incómodos
e inyecta en nuestras almas
otra dosis de miedos eternos.
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